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Este año se han cumplido cincuenta años desde uno de los levantamientos populares más importantes de la era moderna, el Mayo del 68. Diez millones de personas ocuparon fábricas, universidades y edificios públicos en todo el hexágono francés, reclamando cambios amplios y profundos en la vida social, y provocando, durante más de un mes, una completa parada del funcionamiento habitual de la economía y de la política del país. El Mayo del 68 francés fue la máxima expresión de un espíritu de rebelión popular y de anhelo de libertad que irrumpió alrededor del mundo a finales de los años sesenta: desde los Estados Unidos de América a Japón, pasando por México, Alemania, Polonia y Checoslovaquia, por todas partes surgieron brotes sociales rupturistas y regeneradores.
Quizá no es casual que el año anterior, también en Francia, se publicara uno de los libros de análisis social más agudos, reveladores y significativos del siglo XX, La Sociedad del Espectáculo. Se trata de la obra seminal de Guy Debord, escritor, cineasta y, sobre todo, revolucionario que fundó y lideró la Internacional Situacionista, una organización de intelectuales y artistas que se ocupó de renovar, impulsar y actualizar el proyecto de transformación hacia una nueva sociedad de raíz democrática y libertaria. En el libro, Debord estudia, a través de 221 tesis escritas con un lenguaje abstracto y sintético, de qué manera las dinámicas de la mercancía y de la burocracia se convierten en dinámicas de falseamiento y manipulación masiva durante el siglo XX.
Durante el pasado mayo de 2018 se hicieron varios actos y gestos de rememoración de Mayo del 68, y yo no pude dejar de reflexionar nuevamente sobre una cuestión que lleva años dando vueltas por mis neuronas, a saber: ¿Qué relevancia y utilidad puede tener, hoy en día, recordar los hechos y las ideas de 1968 y pensar sobre las tesis de la Sociedad del Espectáculo? En este breve artículo hay algunos apuntes a modo de respuesta.
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Aquellos que ocupan la cúspide de la pirámide social y que poseen mucho más poder que la inmensa mayoría de personas siempre han recorrido, para promover sus intereses y proteger las estructuras sociales establecidas, al engaño, la distracción y la mentira. Esto es una evidencia histórica que naturalmente ha sido a menudo ocultada, pero que, sin embargo, Maquiavelo ya constató descarnadamente el siglo XVI; en el siglo XX puso de manifiesto nuevamente el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, con sus «11 principios de la propaganda»; y, ya en el siglo XXI, ha sido expresada con tanta elocuencia como cinismo en el best seller de Robert Greene, Las 48 Leyes del Poder.
Pero, si bien la dominación siempre ha sido un foco de falsedad, no es hasta el siglo XX que las viejas astucias del engaño, la distracción y la mentira alcanzan una escala, una incidencia y una sofisticación sin precedentes, hasta el punto que prácticamente todo el imaginario social dominante deviene falseado y todo el orden social establecido, manipulado. Guy Debord es uno de los más notables y agudos analistas de este fenómeno, que designa con la noción de «Espectáculo».
¿Qué es exactamente el «Espectáculo» y cómo opera?
Cuando la esfera pública está dominada por los grandes medios periodísticos, y éstos, a su vez, están controlados por élites burocráticas, culturales y mercantiles, las noticias y las tendencias de opinión que aparecen en los mass media y la forma en que son abordadas, resultan ser como un teatro de marionetas donde los que deciden lo que el público percibe en cada momento están moviendo los hilos desde la penumbra, y lo que aparece a la vista de todos es esencialmente un espectáculo.
Así, el objetivo principal de muchas noticias que emiten los mass media, su razón de ser, no es informar de lo más importante para que la ciudadanía sea consciente de la realidad de una forma más o menos objetiva y pueda tomar decisiones deliberadas y elaborar opiniones contrastadas, como conviene a una sociedad democrática. Ojalá fuera así, pero, hoy por hoy, esta es meramente la ideología justificativa y ilusoria, la retórica capciosa del Espectáculo. La realidad es más bien que cuando se nos informa de una noticia o cuando se genera una nueva tendencia de opinión o de debate sobre un cierto tema a partir de un cierto evento, los objetivos primordiales que se persiguen son, como en todo espectáculo, en primer lugar, distraer y entretener a los espectadores, y, en segundo lugar, hacerles sentir y pensar de determinada manera.
Distraer y entretener a la población es como lubricar los engranajes del sistema estatal-mercantil contemporáneo. Es esencial para su buen funcionamiento. Es por ello que el Espectáculo genera y amplifica problemas de carácter insustancial: es necesario que la población se entretenga intentando resolverlos y de esta manera permanezca distraída de la resolución de los problemas realmente importantes, los problemas fundamentales y trascendentales de la sociedad contemporánea. Así, el Espectáculo se presenta bajo una multiplicidad de aspectos (tendencias políticas diversas, estilos de vida contrastantes, concepciones contrapuestas, ...) para estimular a los espectadores a emitir un juicio o escoger una u otra de estas alternativas. De esta manera se consigue que los espectadores no pongan en tela de juicio las estructuras sociales fundamentales, las convenciones del imaginario dominante ni los intereses principales de las élites de poder: están demasiado distraídos con otros asuntos que parecen más importantes ya que aparecen constantemente en el Espectáculo.
Para el analista e investigador Noam Chomsky, la distracción es la estrategia primordial de control social hoy en día; la primera referencia en su artículo «Las 10 estrategias de la Manipulación Mediática».
La importancia que tiene la distracción y el entretenimiento de la población fue también resaltada en 1995 por el ideólogo neoliberal y asesor de la Casa Blanca Zbigniev Brzezinski, quien acuñó el concepto de entetanimiento (tittytainment) para designar una nueva forma de entretenimiento que tiene por objetivo deliberado sedar y apaciguar a la gran mayoría de la población. Según Brzezinski, es menester que la población no cause disrupciones en el orden establecido, es decir, que no piense sobre cuestiones importantes, que no se organice al margen del sistema dominante y que no actúe para mejorar sustancialmente la sociedad. Así pues, el entetanimiento, "[...] una mezcla de entretenimiento mediocre y vulgar, porquería intelectual, propaganda y elementos psicológica y físicamente nutritivos que satisfarían el ser humano, lo mantendrían convenientemente sedado, perpetuamente ansioso, sumiso y servil ante los dictados de la minoría que decidiría su destino" (Gabriel Sala, Panfleto contra la estupidez humana), es una tendencia importante del Espectáculo, especialmente en las últimas décadas.
Pero tanto o más importante que el entetanimiento es el otro objetivo fundamental del Espectáculo, a saber: que los espectadores que son proclives a pensar sobre cuestiones políticas, éticas y sociales, piensen y sientan de determinada manera sin que sean conscientes de que su pensamiento y sentimiento ha sido imbuido y cuidadosamente dirigido por medio de unos acontecimientos generados por el Espectáculo y de unos comentarios orquestados por el Espectáculo. Podemos designar esta tendencia del Espectáculo con el término de «ingeniería social» o «manipulación ideológica y psíquica masiva».
Si bien la creencia mayoritaria hoy en día es que primero surgen los acontecimientos y luego se convierten en noticia, la realidad, en mi opinión, tiende a ser a la inversa: muy a menudo son los mass media los que dan lugar y hacen posibles ciertos acontecimientos, y muy a menudo los acontecimientos son generados y dirigidos, de forma tan deliberada como oculta, con el fin de dar lugar a ciertas noticias y debates que, a su vez, imbuirán de un cierto sentimiento y/o pensamiento en la población de espectadores.
Es que la realidad social efectiva y el Espectáculo están fuertemente entrelazados. Así lo explica Debord en un lúcido pasaje: "No se puede oponer abstractamente el espectáculo y la actividad social efectiva; este desdoblamiento se desdobla a su vez. El espectáculo que invierte lo real se produce efectivamente. Asimismo, la realidad vivida es materialmente invadida por la contemplación del espectáculo, y reproduce en sí misma el orden espectacular concediéndole una adhesión positiva. La realidad objetiva está presente en ambos lados. Cada noción así fijada no tiene otro fondo que su paso a su opuesto: la realidad surge en el espectáculo, y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostenimiento de la sociedad existente."
En otras palabras, el Espectáculo invierte y moldea la conciencia de los espectadores y los hace cómplices de una realidad falseada. El triunfo del Espectáculo es la realización de lo que advertía Malcom X ya en los años 1950: «Si no estás prevenido frente a los medios de comunicación, te harán odiar al oprimido y amar al opresor.»
En resumen, el propósito fundamental del Espectáculo mediático es siempre generar ciertos efectos en el espectador sin que éste sea consciente de este propósito primordial de lo que está viendo, escuchando, leyendo o de aquello en que está participando. La «Sociedad del Espectáculo» es una forma de sociedad en la que las principales relaciones sociales están fuertemente condicionadas o directamente conducidas por el Espectáculo.
Pero el Espectaculo no es un fenómeno exclusivo de los mass media. A pesar de que estos constituyan su foco principal, el Espectáculo llega más allá. Se inmiscuye en la vida individual, en la experiencia psíquica personal, generando dinámicas en las que nos vivimos como un espectáculo, es decir, dinámicas en las que resulta más importante el parecer que el ser. Por ejemplo, cuando una persona está viajando y está más preocupada por las fotografías y comentarios que cuelga en las redes sociales que por la calidad de su experiencia y por la interacción con lo que le rodea, podemos decir, sin duda a equivocarnos, que el Espectáculo se ha inmiscuido en su vida personal. Así lo enunciaba Guy Debord en 1967: "La vida social ha sufrido la declinación del ser en el tener, y del tener en el simplemente parecer".
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Mayo del 68, en sus mejores aspectos, puede ser considerado una revuelta antiespectacular. Aunque las dinámicas del Espectáculo, naturalmente, no dejaron de operar y de influir en los hechos en ningún momento, una parte importante de la población francesa logró poner en tela de juicio el conjunto del orden social, desmarcándose de las tendencias del Espectáculo y abriendo las puertas de una forma de vida sustancialmente más auténtica.
Y esto es, probablemente, lo más importante del Mayo del 68. Es por ello que este es un fenómeno histórico que, medio siglo después, procede recordar y reflexionar. Si bien hoy podemos elaborar planteamientos de transformación (r)evolucionaría más integrales, precisos y maduros que los de 1968 y estamos en condiciones de realizar experiencias que superen a la de entonces en varios aspectos, hay, sin embargo, algunos elementos que emergieron con fuerza en aquella memorable primavera que conviene que tengamos muy presentes, y que, en la medida de lo posible, los recuperemos y cultivemos para concebir y poner en práctica los procesos (r)evolucionarios del siglo XXI.
Y es que no fueron manifestaciones rutinarias ni huelgas reivindicativas, lo de 1968. Y, a pesar de la ingenuidad de buena parte del movimiento, no fue una mera revuelta de jóvenes soñadores, aquello. Tampoco fue, como pretenden algunos, la fiesta de inauguración de los Nuevos Movimientos Sociales: el ecologismo, la contracultura hippie y otras tendencias emergentes tuvieron un cierto papel en los hechos, pero no fueron sus protagonistas. Y, sin duda, lo de 1968 no fue una movilización alentada y teledirigida desde los mass media, tal como lo están siendo algunas en los últimos años.
Mayo de 1968, a pesar de sus deficiencias, inmadureces y desaciertos, fue una gran tentativa revolucionaria, que, en sus mejores aspectos, nos recuerda que, ya sea como sociedad, ya sea como individuos, nos podemos desconectar, nos podemos emancipar, nos podemos liberar, ... de las dinámicas del Espectáculo. Cuando lo hacemos, nos encontramos con varias dificultades, sin duda, pero también logramos una vida más auténtica, es decir, una vida más viva y vivificante.
«Plutôt la VIE».
Por fin una exposición del underground y de la contracultura de los años 70 en Catalunya. Fueron unos años de creatividad desbordante, sin cánones impuestos, vividos al margen de prebendas, partidos e instituciones. Las incoherencias del régimen franquista en su decadencia, la persecución centrada en los partidos políticos marxistas e independentistas, y la distancia geográfica que nos alejaba del centro neurálgico del poder, posibilitaron unas grietas por las que se coló una parte de la juventud inquieta y conectada con las corrientes contraculturales que llegaban de fuera.
Jaime Rosal era un tipo raro. Traducía a los franceses de la Ilustración (una gauche divine más bien olvidada), decía lo que pensaba y fumaba en pipa con delectación.
El Palau Robert prepara una exposición que reivindica la contracultura de los setenta.