Inquieta, multidisciplinar y siempre pensando en nuevos proyectos. Así es Julia de Castro de De La Puríssima, banda mitad jazz y mitad cuplé, con letras muy cañeras. Quedamos a hacer la entrevista en los Teatros del Canal de Madrid, en medio de los ensayos de Esto no es la casa de Bernarda Alba de Carlota Ferrer. Nos recibe a la hora de la comida y entre bocado y bocado, nos cuenta el salto a la electrónica que hará en 2018 a través de su disco Sonora.
Cuando pones De La Purísima en Youtube, el algoritmo te sugiere también a Martirio, Lila Downs, Concha Buika. ¿Te sientes identificadas con ellas?
Me siento muy honrada de que salgan estas tres bestias de la música. Me parecen referencias brillantes. Creo que han habitado en mí, especialmente Martirio que en algún momento sí que hemos estado muy unidas, pero a nivel de jazz ella ha sido una gran pionera, con Chano Domínguez, por lo que me siento súper honrada que salga vinculada a mis búsquedas. Con Concha Buika también y lo mismo con Lila Downs, honradísima. Cada una con su universo. El mío tiene sus particularidades, ahora por ejemplo estoy yendo un poco hacia a la electrónica y esto no tiene tanta resonancia con las tres mujeres que me hablas, pero he querido irme allí.
En tus trabajos actuales hay algo de copla, hasta de saeta, ¿cómo evolucionas hacia la electrónica?
Con De La Puríssima como creadores, siempre hemos sido muy tranquilos, nos gustan las cosas a fuego lento y no ir con esta vida frenética en la música, que tienes que sacar un disco siempre y tenerlo siempre. ¿Qué pasa con la electrónica? pues llevaba un año y medio, casi dos, con esto y lo puse sobre la mesa. Mi compañero Miguel (Rodrigáñez) del grupo me dijo, yo esto no lo veo y dije bueno, tranquilidad, vamos a ver por donde va respirando esta opción y estaba en ello cuando conocí a Camilo Lara, un productor del Instituto mexicano del Sonido, nos conocimos en un festival y mi nuevo disco Sonora, es producto de esto. Es más mío, pero eso es lo bonito de La Purísima, de esta banda donde no hay un compromiso de hacerlo todo juntos. Fuimos hace poco a la Feria del Libro de Guadalajara y tuvimos mucho éxito. Ahora la pulsión electrónica está integrada, Miguel cuenta con ello y ya forma parte de la banda.
¿Qué te seduce de la electrónica?
En mi caso, notaba que faltaba algo en la música que hacíamos, por la música que escucho por cómo siento mis propias creaciones, necesitaba esa sonoridad, esa sonoridad más electrónica. Más que seducirme, era una cosa que tenía y que necesitaba integrarla porque estaba muy separada de lo que yo era. Camilo es una eminencia en la música mexicana, así que nos vino fenomenal el apadrinamiento de parte de él. Ya como humano es brillante y como músico también, por lo tanto lo abarca todo.
¿En las letras de Sonora vamos a ver un cambio?
Sí por supuesto. Las letras son distintas. Sonora es un disco mucho más femenino. Porque la inspiración es más femenina. En el primer disco eran letras para hombres y era mi experiencia con ellos, y ahora veo una femineidad, a través de las mujeres que me han inspirado para estos temas.
En el primer disco, hablas de mujeres promiscuas. Las letras por ejemplo de tu primer disco Virgen, impactaban a hombres con tus experiencias sexuales y algunos hasta se sorprendían de que hubiera mujeres promiscuas.
Claro que las hay, lo que pasa es que la promiscuidad se vive de distintas maneras en cada género. Nunca he sentido ninguna censura con este disco, tampoco autocensura. Siempre he sido muy libre a la hora de componer y en mis conciertos, en todos los sitios, en Huesca, en Murcia, en Madrid, no he recibido ningún tipo de censura, al contrario. Me sorprende gratamente que las grandes fieles de estas canciones sean mujeres, así como a los hombres les hace gracia escuchar mis letras y se ruborizan a veces. Siempre pienso, qué raro que mis letras sorprendan, cuando letras como las mías las hay desde hace rato. Por ejemplo el “Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo” de Rocío Jurado, es tremendo. Es verdad que yo soy más cruda en las letras, más directa, pero no me siento incómoda cantándolas porque cuando algo es muy personal, suele terminar siendo universal. Hay más identificación en la gente a partir de las situaciones que cuento que me pasan en mis canciones.
¿Crees que existe hoy realmente una revisión de la masculinidad, una consciencia feminista in crescendo?
Hay que tener mucha paciencia, creo que la paciencia y el optimismo son dos condiciones fundamentales para no vivir en una angustia constante. Podríamos ver que hay involución, por ejemplo con el periodo Trump, pero la paciencia en el feminismo es importante y aceptar la involución en algunos periodos también es importante, para seguir en la lucha. Tengo mucha fe en las nuevas generaciones, a pesar de todo, veo mucha libertad en cuanto a lo femenino. Yo soy de Ávila, de una sociedad muy conservadora y eso es algo que se ha impuesto en mi personalidad, donde era impensable hablar de vida sexual en la vida escolar, en ningún aspecto. Fue cuando llegué a Madrid cuando descubrí todo. Sí creo que vamos en la dirección correcta, pero también creo que podríamos ir más rápido. Y desde esa perspectiva creo que tenemos derecho a estar enfadadas, porque hemos sido muy comprensivas durante mucho tiempo. Tengo amigas muy, muy feministas, que se cabrean mucho y las entiendo, porque les han pasado por encima durante mucho tiempo. A veces creo que estar muy, muy enfadadas es una involución, pero soy comprensiva con ellas y las entiendo. Sí siento que el feminismo va a avanzando y que poco a poco vamos conquistando lugares, pero creo que la mirada debe estar enfocada en nosotras y no en cómo nos ven, ahí si que molaría que hubiera un cambio. Más que pensar en cómo el hombre nos ve, pensar en cómo nos sentimos entre nostras, como nos miramos y desde ahí construir en una dirección fortalecida como grupo.
¿Hay referentes en la música para que una niña por ejemplo, se interese en seguir una carrera musical?
En el jazz, en la música en general pasa lo que en todos los ámbitos: las mujeres deben luchar contra los estereotipos. Hay que cambiar los referentes y creo que hoy es posible. Nina Simone era una gran pianista pero le dijeron que era imposible, una por ser negra y otra por mujer y la mandaron a cantar, pero ves sus creaciones en piano y ves que son fugas realmente maravillosas. Como no ves esos referentes, una niña no se lo plantea, pero eso poco a poco está cambiando. Creo que el jazz partió siendo muy masculino y ahora empieza a ver música hecha por mujeres y esa mirada está cambiando.
¿Qué estás haciendo en los Teatros del Canal?
Me pillas en medio de los ensayos de Esta no es la casa de Bernarda Alba dirigida por Carlota Ferrer. En este montaje todos hombres y sólo estoy yo de mujer en el reparto. Carlota Ferrer que es una bestia parda de la creación, estoy completamente fascinada con su trabajo, con sus ensayos, con la femineidad que hay en los ensayos y aquí hay un discurso muy feminista, intentando ser conscientes de lo masculino habitando lo femenino, para mi es un trabajo muy interesante porque ellos también están reaccionando. Yo hago de muchas cosas, toco el violín e interpreto a Pepe el Romano, una experiencia alucinante.
¿Y qué planes tienes ahora?
Muchos, pero el que me tiene muy ilusionada es el proyecto que he ganado en la Real Academia de España en Roma, una institución de 144 años, que apoya a creadores culturales. Estoy con un proyecto del estudio de un texto que se llama “La retorica delle puttane” de Ferrante Pallavicino, del siglo XVII.
Segunda Foto: Paz de Juan
Tercera foto: Alba Puyol
Por fin una exposición del underground y de la contracultura de los años 70 en Catalunya. Fueron unos años de creatividad desbordante, sin cánones impuestos, vividos al margen de prebendas, partidos e instituciones. Las incoherencias del régimen franquista en su decadencia, la persecución centrada en los partidos políticos marxistas e independentistas, y la distancia geográfica que nos alejaba del centro neurálgico del poder, posibilitaron unas grietas por las que se coló una parte de la juventud inquieta y conectada con las corrientes contraculturales que llegaban de fuera.
Jaime Rosal era un tipo raro. Traducía a los franceses de la Ilustración (una gauche divine más bien olvidada), decía lo que pensaba y fumaba en pipa con delectación.
El Palau Robert prepara una exposición que reivindica la contracultura de los setenta.