Alimentó el cerebro

Alimentó el cerebro

Blog POR Álvaro de Müller. Fotos: Sergio Albert.

Me acordé del momento en el que Hunter S. Thompson le pide a su abogado que lance la radio a la bañera donde está sumergido y así morir con el éxtasis del White Rabbit de Jefferson Airplane cuando pinchó su versión Paul Kalkbrenner en una sesión inolvidable. Kalkbrenner desvirgó a muchos e introdujo Berlín a lo comercial cuando los ahora ‘millennials’ éramos unos preadolescentes que escuchaban indie. 

“Alimenta tu cerebro”, repite la estrofa. Y por eso pensé en el casi suicidio de ‘Miedo y asco en Las Vegas’, porque el Sónar se celebró por vigésimo sexta vez pero a punto estuvo de no hacerlo en una suerte de suicidio colectivo de una Barcelona ya lo suficiente muerta. Si algo ha hecho durante veintiséis años este dinámico festival ha sido alimentar el cerebro, la cultura y la economía de una ciudad cada vez más estancada y dormida.

Los montadores, en todo su derecho, se pusieron en huelga contra Fira Barcelona. No apuntaban al Sónar, aunque las consecuencias para la organización habrían sido difíciles de reparar. El juez Santiago Vidal evitó que todo se desmoronase con una polémica decisión que pone en tela de juicio el derecho a la huelga. Sorprende, sin embargo, la pasividad con la que los políticos ensimismados esquivaron este asunto; evidencia de que no importa tanto la salud de Barcelona sino cuán llenos están sus bolsillos. El mastodonte de la Fira sigue limpio y ellos contentos. Los montadores, no.

El viaje empezó el jueves

Al final el Sónar fue. El logo de este año era una carretera, de estas que parecen infinitas. Me pareció tan bueno que no investigué el porqué. Me lo tomo como que a los festivales se les ha de agarrar como un viajero sin itinerario exacto y no como un turista porque si no uno se queda con microcápsulas en forma de historias de Instagram y no como un trance emocional. Como la Ítaca de Kavafis, donde la isla es incierta pero el camino es lo importante. Más o menos yo sabía dónde quería llegar, pero a la vez me dejé llevar desde el principio como para acabar con el amante egipcio de Rejjie Snow y la hipnótica Sevdaliza el jueves día. 

No conocía a Sevdaliza y ni quise escucharla para sorprenderme. Si Robert del Naja de Massive Attack tuvo la oportunidad de escucharla reconocería su influencia en la elegante electrónica minimal acompañada de una seductora coreografía y su voz espectral. Con todas las ganas quise luego ir a ver ese monumento en el que se ha convertido con razón Arca y me encontré con que el escenario SonarHall estaba a reventar, tanto que sólo se intuía algo de lejos y era todo agobio. Y como un viaje no entiende de prisas, cola en el baño y a volar tanto que hasta el set de Ross From Friends pareció tocado por una varita.

Daphni cerró el jueves en el escenario principal. A mí Dan Snaith me puede en todas sus formas y eso que en la oscuridad su rostro con gafas es algo perturbador y podría protagonizar un episodio de ‘Caso Abierto’. Empezó ya con muestras de lo que es y pinchó Indaba Kabani de Kamazu. Inmiscuido en música africana y dance, el canadiense prestó dos horas de baile para todos los allí presentes. Daban la sensación de ser menos que otros año. Me lo presagiaba un periodista curtido: “Hay mucha menos gente, está incluso descafeinado”. Aproveché para preguntarle a otro cómo hacía él las crónicas: “Pues lo de siempre, diré que me tomé una pasti, miraré algo de otros medios y lo demás me lo inventaré”. Esa debe ser la actitud cuando te pagan una mierda.

Un café muy caliente con poca cafeína

La caída en la asistencia fue un hecho que la propia dirección confirmó el sábado: 20.000 personas menos. La huelga de montadores y el cambio de fechas de junio a julio, las principales causas. Desde la organización minimizan el drama, pues la caída es grande en comparación con el año pasado, que fueron cifras estratosféricas, pero en una media con las tres últimas ediciones es de un 14%. Además, el Sónar D+ batió récord. Ya han anunciado que el festival volverá a caer en junio los cuatro próximos años.

Al principio el sudor incomoda bastante. Luego uno se acostumbra y es incluso agradable sentir el esfuerzo empapado y que puedes aguantar una copa vertical enganchada a tu cuerpo. También ahorras en brillantina y purpurina. La noche del jueves al viernes acabó mucho más tarde de lo que debería y mi cuerpo no respondió cuando le dije que debía llegar a Aleesha, la voz nacional más prometedora en el panorama R&B. Tampoco llegué a Masego y me perdí a KÁRYYN porque de pronto me vi en Lomepal y en una suerte de fiesta de Erasmus francesa. No entendí un carajo y las melodías no me transmitieron demasiado, ahora bien, el tipo y todos sus colegas hicieron botar hasta al más aburrido, que de eso se trata a la vez.

De ahí a Dellafuente. “Aquí no importa el talento, lo que importa es la libertad”, dice en Buenos genes. Tuvo la libertad de crear, creó y no se convirtió en un virtuoso pero sí en uno de los traperos con mejor directo de España. Lo volvió a demostrar en la sala RedBull. Trazos de flamenco, de funk, de reggaetón y todo a gol. El Dellafuente FC ganó.

Diez minutos más tarde empezaba Virgen María. Y ay, Virgen María. La imagen que tenía de ella era la del cabezal de mi cama, ella en un manto azul claro sosteniendo a un Jesús querubín. La que vi por primera vez el viernes en el escenario SónarXS se destapó como una diosa de la sensualidad y el erotismo. Una oda al cuerpo de mujer. Aún ahora, después de haberla intentado desentrañar, me cuesta categorizar su música, una especie de tralla con estallidos de rave que bebe de muchos vasos y que acompañada de su performance convierte todo en un válgame Dios. María Forqué es provocación, pero no burda provocación. Susurros, pole dance y mucho blex, su forma de bendecir.  

El fuego y la oscuridad forman parte del juego 

Al salir estaba tan aturdido como fascinado y ya era de noche. Artwork andaba ya pinchando y bailé y bailé (“si es que tú bailas sabrosón así”) hasta que me entraron ganas de cenar y de ir a ver a Stormzy, el sustituto de A$AP Rocky, uno de los cabezas de cartel a quien unos días antes del festival metieron en prisión por una pelea en Suecia. Era poesía la publicidad en el SónarVillage del rapero norteamericano en calzoncillos mientras todo ardía detrás de él. A Stormzy no llegamos. La pasta, mucho picante y el parmesano en un italiano del al lado nos acomodaron.

El hip-hop tiene mucho sentido de ser en el Sónar. Ahora mismo podría decirse que las dos vertientes por las que fluye cualquier nueva onda musical parte de la electrónica y el hip-hop, cuyas raíces confluyen. El propio Del Naja explicaba que así nació Massive Attack: “Fue la cosa que nos condujo; cogíamos loops y empezábamos a samplear”. La una de la madrugada era una hora difícil con Underworld, Jlin y Vince Staples, pero el gusanillo rapero me llevó al último de éstos, donde coincidí con un amigo muy rockero que se indignó al ver que en el escenario sólo había un hombrecillo y un micro, ni un simple productor con su tabla de mezclas: “¿No te parece poco elaborado esto?”.

No me gusta el drum&bass y con Andy C disfruté viendo lo engorilada que iba la gente, agarrada a las vallas como pidiendo clemencia o un exorcismo. No sé. Yo contaba los minutos para hundirme en las nebulosas de Four Tet. Recuerdo la primera vez que me metí un tripi. Era en el desierto, la luna se ponía entre dos picos y la oscuridad se abalanzó sobre mí como una masa de arañas. Me estresé y la persona con quien iba me dijo: “Deja que pase, la oscuridad forma parte de todo este juego”. Así apareció Kieran Hebden, con la luna de fondo y sólo él iluminado. Ni una sola luz de adorno. A la música de Four Tet no le hacen faltan más estímulos. Hizo flotar en la penumbra, porque él hace flotar y además es todo humildad, que me lo encontré a la salida del Sónar Día el jueves, le dije lo mucho que le quería, me tendió la mano y me sonrió con sinceridad. O eso quiero creer.

El sábado se avecinaba algo gordo. El día anterior no cerré ni con Peggy Gou ni con DJ Koze porque aunque soy de los que cree que de los sitios te vas cuando te echan, hay miradas que derriten a cualquiera con un mínimo de sensibilidad, y el final de Disclosure igual, así que me evaporé. Costó levantarse. Un calor terrible, otra vez. Las horas pesaban. Todo pesaba mucho. Pero a dos virtuosos como FKJ y Nicola Cruz se les ha de ver y se solapaban. Moneda al aire y que la suerte decida. Cayó FKJ y madre del amor hermoso lo suyo es una vergüenza. El multi-instrumentalista francés agarraba alguna de sus cuatro guitarras o bajos ahí colgados, escogía entre un saxofón u otro, abría un melón, metía un loop, y de ahí improvisaba sin pudor. Un auténtico descaro. Además llevaba un gorro de lana, como para demostrar que es un superhombre y sólo suda talento. La media hora restante la pasé en Nicola, absorbiendo sus vibras andinas y relajándome para la matraca que se venía.

El Sónar y la calle

La calle siempre llega al Sónar y el Sónar siempre capta la calle. Primero fue Bad Gyal en el SónarVillage. Lo que más me fascina de Bad Gyal es que empezara creando listas en Spotify y canciones en catalán casi para sí misma y ahora estuviera ahí como referente del dancehall europeo y como portadora del me llamarán choni que yo orgullosa estaré de twerkear mejor que tú. Porque sí. ¿Y por qué no?.

La calle. Para Cecilio G, Bad Gyal no es de la calle. Él, sí. Lo dice en Milion Dollar Baby: “A los dieciséis me colé en el Sónar; ahora el Sónar me paga por cantar”. Algunos discutirán lo de cantar. Si bien algo estaba claro es que daría espectáculo y lo hizo sin haber siquiera empezado. Recorrió todo el recinto de fuera adentro a caballo en actitud de que os jodan si no os gusta lo que hago, que al final es lo que le ha llevado al estrellato. Llegó, se comió rodeado de amigos el escenario teñido de oro, y soltó mensajes como que si la vida la hacían para los pijos tú te tendrías que ir, porque cuando él andaba loco le “recogían los demonios”.

Cecilio G ha llegado al nivel Mayweather en la escena trap española. Nadie, por mucho que lo intente, puede conseguir llevar un sudapollismo activista con tanta decencia y a la vez con tan poca y seguir adelante. Y va tan a contracorriente que hasta te aparece en un concierto de Taburete y te rompe cualquier esquema. Al final sacó un búho de la chistera. Y eso: que les jodan a todos. Él está en el Sónar y desde allí prende su voz.

Quien no fuera al Sónar360º se perdió muchos viajes espaciales y especiales. Quienes no fueran a Max Cooper, también. Lo del norirlandés fue como una purificación. Añadía capas aterciopeladas o rotas con tanta sensibilidad que apetecía cerrar los ojos y dejarse engullir. Si cerrabas los ojos te perdías las sobrecogedoras visuales. Todo en sí generaba una atmósfera esponjosa de la que uno no podía salir. Por momentos temí un ataque epiléptico. No me habría importado. Vibraba todo mi yo. En ese momento recordé avisar a mi madre de que me había tomado ya las pastillas, para su tranquilidad. Él aplaudía cada vez que pasaba a otro tema y la gente suspiraba. Conoce lo que induce. Una de las mayores sorpresas del festival.

Se intentó llegar al mayor pegote del Sónar Noche por ver cómo era. Bad Bunny representa la comercialización máxima de la música urbana latina. E hizo perrear a miles de personas sólo empezar. Llegué a las dos últimas canciones que tocará en mucho tiempo, pues se retira temporalmente para dedicarse al activismo en su Puerto Rico natal. Él no es callaíto.

El último día de Sónar es como algunos funerales africanos. Se celebra la vida que empieza en otro lado. Se acaba y por ello no debe entristecer, sino animar, porque fue. En el Sónar pasan cosas tan surrealistas como la que me contaba un amigo. Se encontró un móvil en el suelo y lo empezó a mostrar al aire a ver si era de alguien. Apareció el susodicho y de la emoción le preparó una raya de coca en la misma pantalla. De pronto se paró, le miró y le dijo oye tú no serás este. Le enseñó una cartera y, en efecto, mi amigo la había perdido y no se había dado cuenta. Otra para él. Rayas y buen karma para todos.

Skepta pidió libertad para A$AP Rocky. Waajeed hizo botar. Kaytranada se equivocó alguna vez y arguyó que iba bebido. Paul Kalkbrenner, como he dicho al principio, provocó sudor a todos y les recordó que da igual, porque la mañana siguiente encontraréis a alguien a vuestro lado entre sol y arena. Querría haber acabado con Amelie Lens porque me tiene enamorado, pero me enamoró la hiperactiva Honey Dijon con el legendario Louie Vega. Además, es precioso amanecer al aire libre con techno de fondo. Ver los pelos sudados, los ojos escondidos bajo gafas de sol, las mandíbulas recolocándose y escuchar ‘I feel love’ de Dj Pierre, que ha vuelto a ponerse de moda.

Así que el Sónar fue. Alimentó más neuronas de las que reventó. Hizo sudar y bailar. Devolvió a Barcelona a esa suerte de carnaval que un día dejó de ser. Incitó la curiosidad e hizo aprender. También permitió amar. Sigamos, porque si creemos que todavía volamos algún día nos atrapará el cielo, que está bajando.

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